
Julián García Vargas es desde 2020 presidente de la Fundación FEINDEF. Antes fue ministro de Defensa, de Sanidad y presidente del Instituto de Crédito Oficial (ICO). Su formación económica, su papel en la Administración y su conocimiento del mundo de la Defensa y de la industria hacen de él un valioso activo para poner luz en la situación bélica actual en Europa y sus efectos sobre el sector de la defensa.
Dada su formación y experiencia, habiendo sido incluso enviado especial de la Unión Europea a Bosnia en 1995, ¿desde un punto de vista político, cómo explicaría a grandes rasgos la situación actual que vive en Europa ante el reto lanzado por Rusia con la invasión de Ucrania?
Es una vuelta a la confrontación clásica Este-Oeste dentro de Europa y un intento de Rusia de volver a las viejas áreas de influencia. Es algo que se ha vivido mucho antes en Europa. Es una constante de la historia europea, que ya se experimentó en el siglo XIX, cuando se veía con recelo que Rusia quisiera ser el gendarme del Continente, lo que derivó en la guerra de Crimea. Esto supone un alejamiento de Rusia de los ideales europeístas, entre los cuales siempre se ha movido entre el recelo y cierto deseo de imitación. Su historia es una continua oscilación entre el ideal de autonomía eslava y ortodoxa y la concepción democrático occidental de libertad.
Es un conflicto de identidad ya que realmente podemos preguntarnos: ¿qué es Rusia, es una parte de Europa o de Asia? Sus fronteras no son muy claras. De hecho, condicionada por el imperio otomano, por una parte y el ideal eslavo por otro, Rusia siempre ha tenido muy difícil acercarse a Europa. No obstante, sus músicos, escritores y artistas han hecho grandes aportaciones a la cultura europea. Ahora con Putin significa un retroceso en este objetivo. Es la vuelta a la autonomía de Rusia y a ser un caso excepcional. A pesar de eso y las graves circunstancias actuales, Rusia siempre estará ahí y habrá que intentar entenderse con ella, aprovechando su faceta europea.
Muchas veces se ha dicho aquello de éste es el momento de Europa. ¿Será verdad? Al menos por ahora se está viendo que Estados Unidos y la OTAN no se están implicando directamente. La autonomía estratégica de Europa será la gran beneficiada por la crisis, ya que hemos visto su necesidad en estos últimos meses y, gracias al impulso de Urusla von der Leyen y de Josep Borrell se ha materializado un impulso más potente que en los últimos diez meses. Gracias, porque esto viene de las cumbres de Maastricht y de Lisboa. Ahora estamos empezando a ver que Europa debe ser autónoma y hablar el lenguaje del poder. Por lo tanto, creo que Europa va a sentirse beneficiada en cuanto a ser una entidad geopolítica más consistente.
Respecto a Estados Unidos y la OTAN, espero que no repitan el error de la cumbre de Bucarest en 2008, en la que el presidente estadounidense George W. Bush se empeñó en otorgar a Ucrania y Georgia el papel de aspirante de la OTAN, algo que no pudo respaldar después, lo que generó mucha frustración entre los ucranianos. No fue algo muy sensato.
En cuanto a la entrada de ucrania en la UE, no está muy claro. Podemos dar un paso en falso, como se dio con la OTAN, y es algo que Putin va a tratar de impedirlo con todos sus medios, ya que la Unión Europea es un escaparate de libertad y prosperidad frente a la situación de su país y su forma de gobernar. Deberíamos andar con cuidado y ser muy prudentes, intensificar la asociación con Ucrania, ayudarla económicamente, pero la integración en la Unión Europea es muy difícil y tiene un proceso muy reglado cuyos pasos no deberíamos saltarnos.
¿Cómo cree que este conflicto va a afectar en Europa a la cooperación en defensa, tanto desde el punto de vista político, como de colaboración y prioridades en los programas de armamento conjuntos?
La cooperación en defensa debido al impulso de la autonomía estratégica se va a acentuar. Para eso tenemos el compromiso de materializar la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) e incrementar el apoyo a los programas comunes de Defensa. En este sentido tenemos el Fondo Europeo de Defensa (EDF) y el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, que son instrumentos de los que se carecía hasta ahora. Lo importante es el impulso político que está experimentando la PCSD, ya que, aunque no va a haber unos ejércitos europeos, sí va a conseguir que los que ya existen estén más coordinados, más integrados e interoperables y con estados mayores conjuntos más eficientes y con más competencias.
¿Cree que esto va a ser un revulsivo para los presupuestos de defensa en la OTAN que impulsen la inversión en este apartado, como hemos visto en Alemania?
Ya se está viendo por el caso de Alemania que son el resultado más directo de la invasión. Esta crisis va a tener dos consecuencias: la primera es la mayor unidad de europea en cuanto a temas de seguridad y defensa y mayor unidad en cuanto a la OTAN, pero lo segundo es un mayor esfuerzo en defensa, con el papel de los fondos e instrumentos que hemos mencionado antes. Esto significa un incremento del esfuerzo presupuestario en todos los países, pero hay que hacerlo de forma coordinada, a través de programas comunes, con el objetivo de hacer los ejércitos europeos más interoperables.
Ahora gastamos mucho, pero de una forma no muy eficiente, muy dispersa. Existe el riesgo de que los europeos seamos inconstantes en este sentido, pero ahora le hemos visto las orejas al lobo y será difícil olvidar las escenas que estamos mirando en la televisión de empleo de la violencia sobre los civiles ucranianos, algo que quedará impregnado en nuestra retina. No es la primera vez que lo hicieron; antes en Siria y Chechenia, pero esto nos coge más cerca.
¿Cree que las medidas económicas tomadas por las principales potencias conseguirán los efectos perseguidos sobre Rusia y se puede reducir o eliminar la dependencias energética europea a un coste razonable?
Las medidas económicas son muy potentes y a medio plazo van a producir un retraso económico en Rusia. Ya estamos viendo los efectos sobre la vida de los ciudadanos, como la imposibilidad de usar las tarjetas de crédito, el corralito financiero, la caída del rublo o el desplome de las importaciones. Son medidas que perjudican la calidad de vida de los rusos y esto es difícil de encajar por las autoridades, por muy autocráticas que sean. Esto ya les pasó a los zares cuando se dieron cuenta de que la guerra tenía un coste a largo plazo muy alto, porque disminuía el nivel de vida de la población y generaba protestas. Es algo que ya ha ocurrido en la historia de Rusia y que le obligó a replegarse tras periodos de expansión.
En cuanto a la reducción de la dependencia del petróleo y gas ruso, esto no puede ser inmediato. Requiere una gradualidad para buscar nuevos suministradores, pero tendrá un impulso importante sobre el desarrollo de energías renovables y alternativas. Es interesante de nuevo el debate sobre las energías nucleares, quedando claro que Alemania se precipitó poniendo en marcha un programa de desmantelamiento irreversible, que espero no copiemos. Mejor fijarnos en Francia, que apostó por reactores más limpios y menos peligrosos. Aunque la nuclear es una energía delicada, la tecnología tiene un alto grado de madurez. La prueba es que no ha habido accidentes importantes en muchos años. Solo el caso del reactor en Japón, debido a causas naturales difícilmente previsibles y el conocido de Chernobil, por falta de calidad de la tecnología utilizada.
Tras dos años de pandemia con duros efectos, la guerra en Ucrania vuelve a poner a prueba la economía global. ¿Cómo describiría la situación actual?
Esto me recuerda al shock del petróleo de los años setenta, que trajo consigo una época de crecimiento limitado y alta inflación. Sin embargo, no veo una recesión, ni la ve ningún experto, porque para eso debería durar mucho la guerra, algo que parece no va a ocurrir. Sí hay problemas en sectores concretos por las limitaciones en importaciones, como el ganadero o aquellos que requieren las materias primas de Rusia. También habrá dificultades por el lado de la demanda en España, sobre todo en el turismo. En general van a disminuir las expectativas de recuperación que había tras la pandemia. Las está afectando y debemos ser conscientes de ello y aceptarlo como un tributo al apoyo a Ucrania y a nuestra contribución para dificultar la invasión rusa.