El presidente de la Federación Rusa se está revelando como un nuevo Borís Godunov, un zar sobrevenido, rodeado de una corte de poderosos boyardos, que son los oligarcas enriquecidos con los restos de la URSS. Como otros zares en épocas de decadencia se ha impuesto una misión: recuperar las fronteras del imperio ruso, alejando la proximidad de Occidente de su centro de gravedad, Moscovia. Al mismo tiempo, se ha propuesto vengar los agravios y humillaciones que Estados Unidos, la UE y la OTAN ha infligido a Rusia desde la desaparición de la Unión Soviética.

Cuenta para ello con el respaldo del estamento militar, que nunca aceptó la pérdida del estatus de gran potencia, ni la independencia real de las nuevas repúblicas independientes, ni el supuesto desamparo de las minorías rusas en esos territorios.
Para ello, ha decidido invadir a su “país hermano”, Ucrania, con un numeroso ejército e imponerle una neutralidad forzosa. Esa neutralidad comprende su renuncia a la permanencia a la Alianza y también a la UE.

Respecto a la Alianza, la justificación esgrimida, con un punto de razón, es el acercamiento de OTAN a la frontera sur, que incluye su salida al Mar Negro. Rusia comenzó su enfrentamiento con Ucrania en 2014, anexionando Crimea y abriendo el conflicto en el Dombás. Crimea tiene un gran valor simbólico para Rusia: además de la salida al Mar Negro y el Mediterráneo, materializa el recuerdo de la lucha de siglos con los mongoles y los otomanos. Representa el fin de su “reconquista” frente al islam.

Pero doblegar a Ucrania no va a ser fácil. Es un país con una pasado de luchas independentistas dentro del imperio ruso y con una tradición de comunidades cosacas autogobernadas. Tiene dos almas, una occidental, que mira a Europa y otra oriental, ligada a Rusia. No tuvo una verdadera independencia, hasta 1991. Pero la brutalidad de Putin ha unido esas dos almas, que resiste con una renovada conciencia de nación.

Es evidente que minusvaloró el espíritu de independencia arraigado en la población ucraniana. El presidente Zelenski, con su actitud, parece haber recuperado el espíritu indómito de los míticos rebeldes cosacos Razin y Pugachov, que en los siglos XVII Y XVIII se alzaron contra la autocracia imperial, originando décadas de inestabilidad.

¿Cuánto tardará el Zar Putin en vencer la resistencia ucraniana? Es difícil saber, aunque la lentitud de la invasión parece dar la razón a los analistas que estiman que la capacidad de las FFAA rusas está sobreestimada. Es un Ejército muy numeroso, pero con grandes limitaciones presupuestarias. En 2021, Putin le dedicó 62.000 millones de dólares, equivalentes al 4,5% del PIB. Esa cifra supone un tercio del gasto militar anual conjunto de Francia, Reino Unido y Alemania.

Si se tiene en cuenta el poder de compra, podría calcularse que el gasto militar por parte de Rusia equivaldría a 120.000/ 130.000 millones de dólares. Es una cifra respetable, pero poco generosa para mantener unas FFAA en torno a 600.000 efectivos y con una espectacular abundancia de material (casi 20.000 tanques en servicio frente a unos 2.000 de los tres países europeos citados). Más aún, teniendo en cuenta la corrupción que impera en Rusia. Son muy fuertes en artillería convencional y de misiles, aunque tienen carencias en campos sensibles como la observación desde el espacio.

Es conocida la falta de mantenimiento de su material y sus problemas logísticos, que en parte se debe a que carece de un sistema empresarial que respalde a sus FFAA, trasladando sus avances en tecnología militar a patentes y aplicaciones en el campo civil. No cuenta con el círculo tecnológico- empresarial generado por el gasto en defensa y por los programas militares en Estados Unidos y, en buena medida, en los países europeos. En ese círculo está el origen de los grandes avances tecnológicos civiles de las últimas décadas.

Los militares rusos son competentes, están muy fogueados (en Siria, el Cáucaso, Kazajistán, Crimea) y con seguridad siguen un metódico plan en Ucrania. Ese plan incluye evitar combates dentro de las ciudades para ocuparlas prefieren los bombardeos. El tiempo previsto de actuación no debe ser muy superior a 8-10 semanas, por razones económicas y políticas. Ocupado el Sur y el este de Ucrania, Putin se sentará a negociar en posición de fuerza. Esta es la opinión compartida por los expertos militares españoles y aliados, con experiencia en OTAN.

El Zar Putin sabe que la Alianza no puede intervenir. Desde la Conferencia de Múnich de 2007, viene quejándose abiertamente del acercamiento de OTAN a sus fronteras. La Alianza ha pervivido en gran medida por el temor que genera en sus vecinos un país tan grande, sin fronteras naturales y con una historia de autocracia como es Rusia. Esa desconfianza es una constante en Europa: en tiempos de la Guerra de Crimea (1853-54), que enfrentó a Rusia con UK y Francia, ya se hablaba de la “rusofobia” de la opinión pública occidental, por el rechazo a la voluntad rusa de ser el gendarme de Europa.

Lamentablemente, no hemos sabido reducir esa desconfianza, que es mutua, buscando un acomodo de Rusia en el sistema de seguridad internacional. Al contrario, el presidente Bush, dio un paso en falso que ahora pagamos. En 2008, en contra del criterio de los aliados europeos, se aprobó en la cumbre de Bucarest el estatus de Ucrania y Georgia como países aspirantes a la entrada en OTAN. Ya se ha comprobado que esa promesa no ha podido respaldarse en el momento de la invasión rusa. Antes había decidido la injustificada invasión de Irak, deteriorando la autoridad moral de las democracias en el campo del derecho internacional, especialmente la de Norteamérica.

Ahora ni antes, parece posible esa entrada de Ucrania en OTAN. Aportaría inseguridad a Europa por la confrontación con Rusia. Ya en 2004, hubo una expansión, aceptada a regañadientes por ella, a los tres países bálticos, territorios con importantes minorías rusas y con una posición estratégica en el Golfo de Finlandia con la salida al mar por el Báltico, que Rusia tardó siglos en consolidar esa salida frente a Suecia.

Tampoco parece posible una integración rápida en la UE, a pesar de las esperanzas que se abren estas últimas semanas. Corremos el riesgo de otro movimiento en falso, como ocurrió con OTAN. El Zar Putin se opondrá: la UE es un escaparate de prosperidad y democracia, muy peligroso para su autocracia. Además, la Unión está construyendo una irreversible política de seguridad y defensa (PCSD) coordinada con la Alianza, que considera amenazante.

¿Qué hacer con el nuevo Zar? Carece del control de un politburó o un comité central que condicionaban, dentro de ciertos límites, a los dirigentes de la antigua URSS. Además, profesa un mesianismo, muy ruso, de exterminar a sus oponentes que disuade a sus boyardos (los oligarcas) de intentar nada contra él, a no ser que se debilite previamente. Lo mismo puede afirmarse del estamento militar.

No obstante, Putin sabe, como constataron los grandes monarcas (Pedro, Catalina, Nicolás, Alejandro) de siglos pasados, que las guerras son muy peligrosas a medio y largo plazo por su coste económico y la perdida de prosperidad de los ciudadanos. Es algo que los soviéticos también experimentaron. El ministro de Defensa de los años noventa, el Tte. Gral. Graschov, muy sensible a la decadencia de su país, en una visita a España, respondió a la pregunta sobre la causa de la caída de la URSS: “el esfuerzo militar (el gasto) nos mató”.

Por ello, los aliados debemos mantener las sanciones económicas, incluyendo la energía, aunque provoquen distorsiones en nuestros mercados. Y aplicarlas con especial esmero a los negocios de los boyardos- oligarcas, que son el más próximo apoyo del Zar.

Naturalmente, sin dejar de avanzar unidos en la autonomía estratégica de la UE, con una política de defensa europea, junto a la OTAN. Reforzando los presupuestos de defensa de los países miembros y su industria y tecnología, con programas conjuntos que hagan que nuestras FFAA sean plenamente interoperables.

Y por supuesto, apoyando a los combatientes ucranianos en el campo militar con armas e información de inteligencia, dando acogida a la vez al flujo de civiles que huyen de la brutalidad del Zar.

D. Julián García Vargas
Exministro de Defensa y presidente de la Fundación FEINDEF